24 diciembre 2021

El cuerpo cambia

 


El sujetador que no sujeta ni sostiene, cuando el cuerpo se vale. Que se impone culturalmente.


Era muy niña, cuando mi madre consideró que tocaba. Fue algo nimio. Blanco de tela fina, que a penas tenía cazo. El de pollita. Tal cual.


Hasta que no sufrí una histerectomía, a mis 38 años, que cumplí en el postoperatorio, mis pechos eran pequeños, y capaces de ir sueltos. De hecho, solía no usar el sostén en días de no trabajo. Llevarlo era una norma no dicha. Tenías que evitar su manifestación bajo las capas de ropa.

 Me recuerdo con camisetas de tirantes o manga, sin preocupación, en espacios en que la mirada otra me era indiferente.


Salía del pueblo en bicicleta y me liberaba de esa camiseta. Si alguien lo vio, fue discreto o discreta.


Pasaba días de verano, sola en la casa, pero con entorno social, de vecinos y amistades que me arropaban. Eran tiempos de puertas abiertas. La mía cerrada, porque sabía que cuando se manifestara su presencia, quien fuera, ya estaría a un palmo de mí, y yo, en ese tiempo, andaba desnuda si el calor me lo permitía, o sin bragas, en mi vivienda habitual y en la del verano.


Mis padres venían a comer conmigo el domingo, y a traerme cosas. 

Con ellos era distinto. Mi madre siempre me dio a entender que entre mujeres no era obligado el recato, pero con mi padre, o mi hermano, debía cubrir mi cuerpo y evitar, incluso estar con ropa interior.

Entonces, en mis años jóvenes, debajo de lo que vistiera, vestido o falda, debía llevar sujetador, braga y faja, y una prenda denominada viso o combinación. Poco después llegó esa prenda para llevar desde la cintura. Todo ello encaminado a evitar dejar a la vista esa carnalidad femenina.

En mi caso tanto da, porque mis movimientos no evitan mi feminidad.

Recato y buenas maneras. Represión.

En casa, siempre liberada de ataduras.

Ahora se caen. Los años no son en balde.

Vacunas

 Vacunas

Fui una niña fuerte. 

Mis flaquezas vinieron en el cambio.

Tenía once años. Sufría lo insufrible.

La doctora que me atendió sólo supo compadecerse.

En el 92 pasé por quirófano. Me quitaron un útero enfermo.

Mismas que me habían desangrado durante seis largos años.

Tiempo en que la única respuesta recibida por parte de la medicina fue hormonal y/o suplemento de hierro.

Dejé de lado la hormonal porque agravaba mi estado físico, sin remediar nada e infringiendo dolores insufribles.

La ginecóloga que me la había prescrito se enfadó conmigo.

Busqué otros especialistas. Uno me dio el recurso de compensar pérdidas con ingesta de comprimidos con hierro.

Hubo un ginecólogo que me hizo llorar. De ese trance fui a psiquiatra, que me diagnosticó fármacos que cambiaron mi sensibilidad a un mundo sin emociones.

Finales de los ochenta, principios de los noventa.

En el 92 esa primera ginecóloga me intervino, haciendo una histerectomía.

La política sanitaria había cambiado.

Quedé muy tocada en mi salud. Fui levantando cabeza con las medicinas alternativas, y atendiendo mis necesidades.

Hasta este momento, no pasé por vacunaciones.

Ahora sí. No veo otra respuesta. Mi cuerpo y mi mente han pasado muchos trances.

No quiero agarrarme a nada. Quiero que en este proceso científico de ensayo error, mi opción sea una más.

No estaré cuando pueda estudiarse en un futuro.

Y si estoy, seré una superviviente.

Sobreviviremos/sobreviviréis de una u otra opción.

Mis padres murieron hospitalizados, no por lo que les llevó a ello, sino por no superar infecciones respiratorias que adquirieron en esas hospitalizaciones.

Su sistema inmunitario no pudo con lo que allí se metió en su cuerpo.

Mi padre, que murió hace seis años, no superó el patógeno respiratorio que yo misma cogí atendiéndolo en la hospitalización. Yo tuve un sistema inmunitario que pudo superarlo, él no.

18 diciembre 2021

Desgaste

 Desgaste


Con los años todo se cae. 

El ánimo, cuando el cuerpo te frena.

El espejo ya no te da respuestas, 

porque dejaste de buscarlas en él.


Las ganas de ver mundo, 

porque éste ha pasado a ser previsible, 

y cuando te adentras en él, esconde sus miserias, 

maquillando su cara.

Es un mundo de fronteras y alambradas.

Un mundo de guetos en que la máquina tritura nuestras almas.


¿Para qué vas a intentar cambiar nada?


Bastante tienes con tu casa.

Cuando digo casa, apunto a lo próximo. 

A lo que esquivamos desviando la mirada, 

y encerrando nuestros egos en cubículos estanco, 

entre afines y semejantes.


Desconfianza.

Miedo.

Cobarde estado del alma.


17 diciembre 2021

Mis quebrantos

 Mis quebrantos


La migraña se impone.

Desperté temprano.

Poca claridad. Amanece tarde.

Mi ritmo se une a la luz del sol.

Me dolía la cabeza.

La cafeína lo alivió.


Ahora, en la tarde, empieza a caer el sol, y necesito encender la luz para compensar su decaimiento, espero que la pastilla me haga efecto para poder merendar.


Hoy noto esa sensación digestiva. 

Harán cuatro horas de haber comido, y tengo la sensación de que sigue mi estómago.

Si no aligero, tendré que esperar.

A veces, mis migrañas son digestivas.

Tengo sensación de empacho.

Es un bloqueo.

16 diciembre 2021

No resulta fácil

 No resulta fácil 

No, no resulta fácil introducir estos textos en blog.

Son largos y tediosos.

Difícilmente interesan.

Un corrector me diría que eludiera el adverbio. Pero, hay un pero y un porqué. El lenguaje directo, no literario, los usa.

Ayer, parece que colmé uno de mis vasos; porque hoy mi mente no trama esos recuerdos emocionales.

Hoy ha bastado un enlace recibido en whats app para vivificar los espacios y lugares de mi ciudad natal.

Revivo ese aire y ese suelo. Ese barro tras la nieve, en una calle y una sin asfalto.

Rincones y momentos del pasado. Espacio que con el tiempo han transformado.

Lo que fue mi vida en la naturaleza, hoy es duro asfalto.

Viví en el paraíso, con las puertas de las casas que sólo cerraban con llave en la noche, o cuando no quedaba nadie en casa.

Esas rutas de estudiante, volviendo a comer a casa.

Vacaciones que empezaban en mayo.

Mucho juego y mucha calle.

Y mis compañeros de juegos, perros y perras que estaban allí cuando vine al mundo, y que me rompieron el corazón al no cumplir más años.

15 diciembre 2021

Vergüenza

 La vergüenza 


Sí, vergüenza. Esa es la situación. No he hablado mucho de mis dolencias psíquicas. He disimulado hasta no poder más.

He pasado por la vida con ellas metidas en el fondo oscuro. En ese pozo del que una vez han sido arrojadas he tirado la cuerda tras ellas, para que nada ni nadie las vea.


¿Cómo darte a conocer, si ocultas lo fundamental?


Si tienes un accidente y te rompes algún hueso, te aplican cura.


Si te rompes por dentro, porque la vida te golpea, o lo haces tú misma, nadie ve lo que no explicitas. Y, precisamente así, difícilmente expones ante los demás tu herida. Al contrario, disimulas, ocultas, niegas.


Y, si quien está a tu lado no ve, te dueles. 

Has tejido una máscara que ni esa persona, tan próxima, es capaz de quitar.


Es agotador disimular, pero recibiste tantos golpes, que los quieres evitar.


Al final, no puedes más.


Buscas escapar. Escapar de ti misma.

Aprendí, en ese punto, a esperar. Descansar. Pausar.

Pensamientos aciagos que mi razón quiere controlar.

Las lágrimas queman.

El cuerpo quiere estallar.

Esperar.

En otro tiempo, cortaba mi pelo. Tomaba todo el alcohol que hubiera en casa. Hasta que mi cuerpo físico reventara.

Puse control, porque mi salud me dijo basta.

Y, aprendí a cuidar de mi cuerpo. A darle buen trato. A prepararlo para este otoño vital.

Me quiero. Quererme me salva de esas intrusiones en mi mente.

Amiga

 Amiga 


No dudé en llevarla ante mi familia. La presenté como amiga.

Mi amiga.

No mi novia.

En la mente de mis padres y tíos no había confusión, porque no había información. El mundo se encargaba de no dejar ver el hecho.

Entre dos mujeres, era aceptado el cariño.

Recuerdo que una de mis tías nos dijo que éramos como hermanas.

En la calle, en más de una ocasión nos atribuyeron la relación de madre e hija. De risa, mi amiga y yo, que ahora lo somos, nos llevamos un año. Ella parecía mucho más joven. Parecía un chaval. Otro error, porque ambas somos femeninas.

De hecho, las dos estamos casadas con mujeres que veo se denominan tomboy.

Cuando nos encontramos, en el 81, no parecía haber nada que nos atrajera especialmente. Fue dentro del ambiente feminista independiente.

Lo de independiente fue curioso, porque una amiga y yo fuimos a asambleas feministas en las que se preguntaba sí formábamos parte de algún partido, y las dos dijimos ser independientes, sin saber que hay una corriente feminista que es el feminismo independiente, corriente a la que me uní posteriormente.

Yo salía de una relación muy compleja. Había dejado la relación por supervivencia. No me podía permitir seguir en ella, porque el alcohol era su motor, y había conseguido ponerle freno, cosa que él no hizo.

Antes había tenido novios y parejas hetero. 

Ella se vino a vivir conmigo, a mi casa, y tuvimos esa doble vida, para el mundo éramos amigas, para los círculos más íntimos éramos pareja.

Entonces ni se olía la posibilidad del matrimonio. Tampoco lo reclamábamos. De hecho, llevo diez años casada con la que estoy desde hace treinta años, con nuestras idas y venidas, y once como pareja de hecho.

Entrar en el mundo de la mujer, para mí fue un renacimiento. De hecho, empecé a considerar mi nueva vida y a apuntar mis años desde ese nuevo inicio.

Las relaciones no son idílicas. He pasado por fuegos y desamores, también.

14 diciembre 2021

Depresiones

 Depresiones 


Sí, depresiones. Porque a lo largo de mi vida he habitado en ellas. 

Las atendidas y reconocidas, y las silenciosas.


A la pregunta sobre la felicidad, nunca contesto.


Últimamente respondí con dolor, porque mi compañera alardeaba de su felicidad.

Mi dolor nacía de mi estado de inadaptacion. De mi sensación de soledad. De sentir que vivo al margen.


Le reproché su descuido, al convivir conmigo y no advertirlo.


De esta última crisis ahora tengo un estado de calma. En él he empezado a desnudar mi alma.


Quiero mirar mi espejo sin distorsiones.


Nunca atenté contra mi vida directamente, pero he querido hacer que las personas que han estado a mi lado se alejen. Esa es mi forma de autodestrucción.


Mis crisis se disparan en el momento más imprevisto.


Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.


Mi padre amaba vivir. 


Yo no calzo el mismo zapato.


He bajado a los infiernos muchas veces.


Era adolescente cuando memoricé: “Por este mundo camino, y a esta tierra estoy sujeta. Espero la hora y el día en que el camino se acabe y la tierra me trague.”


Ayer tuve momentos placenteros. La luz. Las flores silvestres. El aire. Una luna que asomaba su cara en la tarde. La música de la vida tocó mi alma.


Me bastó para sentirme viva.


Elegí recopilar esos instantes.

13 diciembre 2021

Elecciones

 


Me reprochó algo que no entendí. Ahora pienso que le hice daño. Pasado el tiempo he vivido esa emoción o similar, a mí también me han hecho daño, consciente o inconsciente.


Nos encontramos por casualidad. Pasamos tiempo juntos. Nos aproximamos. Nos besamos. Nos estuvimos carteando.


En esos días conocí a otros dos chicos, en distintas circunstancias.


Sería una escena no creíble si se quisiera poner en un argumento, pero ocurrió. Me encontré con tres en una misma cita. Tuve que esquivar a dos de ellos.


Mi elección duró poco. Él buscaba la que pudiera ser su futura esposa. Fue demasiado deprisa. Eso me retrajo.

Salí con él un tiempo que no puedo recordar con exactitud. Hui de la relación, cuando saltaron las alarmas. Salí del trago con lágrimas que consiguieron desistiera del intento, pero mi instinto me advirtió de lo equivocado que era seguir con él.


Le dije a mi madre que si llamaban preguntando por mí no dijera dónde estaba. Me fui al pueblo de mi padre, con unos primos que tenían una niña pequeña.


Cuando regresé a mi casa, de esa persona no se habló nunca. Y yo no volví a saber de él.


¿Por qué estoy aquí?

 ¿Por qué estoy aquí?


¿Qué me mueve para escribir mis revisiones del tiempo pasado?


No sólo escribir, sino hacer un blog con ellos, y compartirlos en vídeo.


No presento mi cara. Mi edad se puede adivinar. Mi género también.


Nací fémina, tuve una formación socio educativa para ser un modelo de mujer que en parte he rechazado.

Digo en parte, porque mucho de lo que se interioriza marca y asigna rol.


He dejado de lado tantos atributos artificiales que me cuesta mirarme atrás con zapatos de tacón, faldas y medias, entallados y labios y uñas pintadas, y pelo largo. Sin embargo, si me recuerdo en mi juventud esa era yo.

Ahora, en los últimos años, verme así sería sentirme travestida.


No tengo respuesta a mis preguntas previas, pero supongo que esto es una forma de ponerme ante mí, ante ti, para que alguien escuche, y yo me sienta escuchada.


Es tan necesario escuchar. Es tan necesario sentirse alguien.


Hoy pensé que es una forma de despedida consciente. Despedida de la que he sido y soy, porque, no es el espejo físico, sino el psíquico el que me dice que no hay vuelta atrás, que he vivido y lo que vendrá puede ser que me interne en una niebla que no me ofrezca rememorar lo que ahora consigo vivificar.

12 diciembre 2021

Correveidiles

 El control social


Los mete mierda. Personas que sufren si te ven bien. Que le van con cuentos a tu familia, y consiguen torcerte el pie, para que no andes, para que no vivas.


Salí por piernas, cuando pude.


El suegro de mi amiga me dijo, ¿no serás bollera?


No sabía siquiera a qué se refería.


Vivíamos en una sociedad cerrada y monjil. 


Se me empezaron a abrir los ojos, con la apertura que se fue dando.


Las personas que necesitamos van cruzándose en nuestras vidas.


Las circunstancias dejaron de ser las de mis primeros años.


Siempre he pensado que estudiar nos abre a nuevos horizontes.

Más, si como yo, lees y lees.


Tenía avidez de justicia y conocimiento.


Muchas veces me equivoqué. De ensayo y error se aprende.

Poliamor

 Poliamor 


Elegí entre dos o tres. Me atrajeron otras personas, estando bien con una.


Estar por primera vez con una mujer no me supuso quebraderos de cabeza. Me dejé llevar por un impulso que nacía dentro de mí.


Tardé demasiado en tener relaciones físicas. Lo reprimí. Estaba en un entorno que hacía del sexo pecado. De los embarazos fuera del matrimonio una posición degradante para nosotras.


Magreos y toqueteos fue lo más que me permití, nos permitimos.


En una ocasión, después de romper mi compromiso con el novio, mi padre me dijo que le habían dicho que andaba con hombres. No sé hasta dónde llegamos con esa.

Tenía amigos, me relacionaba con compañeros de estudios, con camadería. Teníamos inquietudes comunes. Yo escuchaba de ellos muchos de sus deseos y afinidades respecto a amigas o compañeras próximas. Me llevaba bien con ellos, quizá debido a mi relación plural con mis iguales.

Siempre conectaba bien con niñas, hijas de feriantes, o de trabajadores del circo.

En mis primeros años, las atracciones de feria y los circos se instalaban cerca de nuestro entorno.

Teníamos, tienen, la plaza de toros a dos pasos de la que fue mi primera casa. 

Me moví en un ambiente similar al de los pueblos pequeños. Teníamos una calle sin asfaltar. Una acequia de riego que nos servía de piscina en verano. Vecinos y vecinas que tenían huerta. Mis padres animales.

En lo que era nuestro barrio tenía un amiguito que no se relacionaba con los otros. Yo entraba a su casa como Pedro por su casa. Teníamos muy buena conexión para jugar juntos. Su madre me llevaba en palmetas. Ella decía que le hubiera gustado tener una niña. Yo era su niña.

Escribo todo esto, y veo en mi interior lo que recreo con mi mente.

Hoy en día hacemos fotos y vídeos, pero perdemos esa inmersión en los entornos recorridos y vividos.

Cómplices

 Cómplices


Suerte que otras adultas familiares, mis tías y tíos, y una prima mayor, salieron en mi defensa en ocasiones dramáticas. O escucharon aquellas fantasías y sueños que con mis padres no compartía.


La vejez de mis padres dulcificó nuestro vínculo. Pasé a ser yo quien tenía cuidado y cariño por ellos.


Entendí que sus errores se debían al qué dirán y a sus miedos.


Lástima, porque si su actitud hubiera sido otra mi vida también sería distinta.


Tener cómplices en el entorno familiar hizo que superara esas crisis familiares.


Con catorce años, la hermana de mi padre escuchaba y no contaba mis devaneos.


Con ella me aficioné a cuidar y pintar las uñas. Me daba los restos de esmalte.

Con ellos pintaba vestidos de princesa a mis dibujos, y pasé a mis uñas.

En su casa me sumergí en los libros de la biblioteca de mi tío. Allí nació mi gran afición lectora. Mi primo, su hijo, era como un hermano gemelo, andábamos siempre juntos. Los estudios nos separaron un poco. Los dejó de lado y pasó a la carpintería de su padre. Siempre nos hemos querido mucho. Mi primer beso fue un juego inocente con él. 

11 diciembre 2021

Cara de ángel

 Cara de ángel


Fue mi primer novio formal.

Deshice el vínculo cuando mi evolución personal lo colocó en la posición de amigo y hermano, cuando empecé a vibrar por otro, con el que nunca me supe arreglar.


Cuando empezamos, tuve a mis padres en contra. Era demasiado joven, tenía catorce años, él diecisiete.


El tiempo limó asperezas, y mis padres le dieron paso.

Llegaron a apreciarlo de verdad.


Cuando decidí romper el compromiso, volví a tener conflicto familiar.


Nunca entendí, ni entiendo esa reacción por parte de mis padres.


Fue trágico. Me marcó.


Mi vida personal, después de esas vivencias, transcurrió al margen de ellos.


Impuse mi privacidad con la mayoría de edad, que entonces se consideraba a los veintiuno, aunque los dieciocho marcaban un hito.


Pude ganar mi libertad con el trabajo y viviendo mi vida en otra ciudad.


Mantuve equilibrios.


Amores

 Amores


Me enamoraba de chicos guapos. Ellos no me hacían ni caso.

Era tan enamoradiza que se me notaba.


Escribieron, con tiza, en las paredes, tal x tal. Fui yo la que recibió reprimenda, no las ejecutoras.

Ellas hicieron befa (broma ofensiva), y yo cargué con todo el equipo.

Era esa vecinita que marcó mi infancia.

Ella y su corte.

Suerte que abandonó los estudios y no tuve que soportarla nunca más.

Recordarla me revuelve el estómago.

Si me cruzara con ella, no la miraría. Dejamos de hacerlo y no vale la pena.

Hablé con mi madre, en mi edad adulta, de esa relación tóxica. Lo hice con lágrimas. Ella reconoció no haberse dado cuenta.

Imagino que empecé a guardármelo todo, y a disimularlo, porque recuerdo que con 12 años salía con la cuadrilla de chicas y chicos de mi edad, en las fiestas locales, y que empecé a saborear los bailes y galanteos.

Pagué caro ese disfrute. Me tomaron una foto bailando cogido con un chico, y se la enseñaron a mi padre. 

Toda la furia cayó sobre mí. Me castigaron sin salir durante meses.

Huí de esa relación. El coste fue alto.

El entorno hacía bromas, que a mí me supusieron demasiado.

A nosotras se nos carga una responsabilidad que no tenemos.

Cruel mundo sexista.

10 diciembre 2021

Amistades

 Amistades


No suelo vincular. Me adapto en la relación de compañerismo, y soy colaboradora. Hago lo que haga falta. No eludo.


Sin embargo, tras una vida puedo valorar que las amistades han ido pasando.


Yo las aprecio.


Si las encuentro de nuevo, les ofrezco mi mano.


Tuve una adolescencia compleja. 

Con 14 años me presentaron a unas chicas, con las que pasé años maravillosos.


Una sobrina de mis tíos, contrapariente, me las presentó, cuando le dije que quería salir y me encontraba sola, porque era demasiado joven para guateques.


Tenía buena relación con compañeras de estudios, pero no salían los domingos.


Ahora me encanta pasar el domingo en casa, pero entonces quería vida social.


Todo iba bien, pero nos fuimos emparejando y desemparejando.


Marché de mi ciudad natal y eso me distanció.


Fracaso

 Fracaso


Arrastré esa sensación.

En mi segunda escolarización se me infravaloró.

Era un regalo envenenado.

Cerraron el centro escolar y nos repartieron.

Ya sabía leer. Tenía 4 años. 

Entré con cinco al colegio religioso.

Imagino que tuvieron que tragarse la cuota que les tocó.

Hasta entonces, coincidía con vecinas, mi hermano y mi primo.

Una fractura grande.

A las que no nos consideraban capaces nos hacían ocupar los últimos pupitres del aula.

Su criterio era clasista. No nos correspondía la educación de una señorita.

Las fámulas eran las servidoras de las señoritas. Yo no sufrí esa posición, pero no encajé en su modelo.

Me empeciné en querer ir al instituto, escapar de esas monjas que sembraron en mí la semilla de discrepancia de credo.

Con ello perdí un curso.


Mimetismo



 Mimetismo 


Según el paisaje acopla, adapta formas y colores, para confundirse con el paisaje.


Mimetizarse en la vida nos puede salir caro.


Ser sensible a las miradas, gestos y palabras ajenas, te lleva a buscar la manera de pasar desapercibida.


Muchos golpes emocionales te hacen retraer.


Aquella niña perdió su rumbo.

Se achicó.

Se arrinconó.


Era más duro brillar, porque no podía soportar el golpe que le podían asestar.


Si te expones, quedas a su merced.


El mundo es la maraña en que cuesta transitar.

09 diciembre 2021

Transgredir

 Transgredir


Lo que transgrede.

Quien transgrede.

Transforma.

Cambia


Un paradigma social es como un ser vivo.

Nace (se pone en activo), 

crece (se desarrolla), 

se reproduce (se expande) 

y muere (llega a su límite).


Las personas que toman el paradigma como inamovible, 

harán lo indecible para mantenerlo y hacer que prevalezca.


Ser motor de cambio es ir contracorriente.


No te lo van a poner fácil.


El sistema intentará integrarte, y, si no te prestas a ello, 

te fulminará, poniendo en activo todos sus recursos.


08 diciembre 2021

Autoridad

 


Autoridad 


Recuerdo que tendría unos diez años, más o menos, cuando perdí el grupo de amiguitas, de la vecindad.

Hasta entonces, parece que nada lo dificultaba.


Una de las niñas, recién incorporada al grupo, fue ganando en popularidad, llegando a liderarlo.


No recuerdo cuál fue el detonante.


El caso es que no quise hacer lo que ella proponía. Me encaré con ella, y ella quiso pegarme, lo que impedí manteniendo distancia y conteniéndola con mi mano.


Yo era la más corpulenta, y más fuerte. Por esa vía hubiera tenido las de perder, pero siempre he sido pacífica.


Jugaba a peleas con mi hermano y mi primo, pero nunca me pegué con nadie.


Ella se retiró y se llevó a las otras con ella.


La segunda del grupo, dominante anteriormente, pero no agresiva. Sibilina. Fue la que más daño me hizo en esos años previos a la adolescencia. Y es la que me hiere, recordando ese tiempo.

06 diciembre 2021

El pozo

 El pozo


El pozo


Escalofriante.


Mamá me contaba recuerdos.


Los sentí vívidos.


En su infancia desapareció un compañero de juegos.


No daban con él.


Un mal día, la abuela, tirando de la cuerda, sacó a su nieto en el pozal (cubo) del agua. Cayó desmayada hacía atrás.


Aquel niño no era como los demás.

Busco un escondite que nadie pudiera imaginar.


Mamá hablaba de su película personal.

Me enamoré

Me enamoré


 Me enamoré de él 


Ocurrió. Siempre ocurre.

Empiezas un encuentro casual, una afinidad.

Sólo quieres estar con esa persona.

No era el primero.


Después de él me he enamorado. 

Antes también.


Recuerdo que cogía su chaqueta de pana marrón y la olía.

Mi olfato recogía su olor.


El alcohol medió en esa relación.


Los dos hicimos por recuperarnos.

Él recayó.

Yo no.


Me fui.

Me costó volverme a mí.


Hoy sé que murió.

Debo pensar en él como quien fue.


04 diciembre 2021

4 de diciembre

4 de diciembre


 4 de diciembre 


El 4 siempre fue mi numero de suerte.

Lo llevé de dorsal, en el equipo de baloncesto del instituto.

Me machaqué casi todos los dedos de las manos, en los intentos de coger la pelona.

Me ponían el dedo en cabestrillo durante un tiempo, y para recuperar la fuerza hacía baños de agua caliente con vinagre y sal.

En la edad adulta, aún joven, tuve una lesión similar. No recuerdo cómo.

El médico que me atendió me dijo que era una micro fractura, y me recomendó llevara una pelotita en el bolsillo. La llevé tiempo. Era agradable apretarla de vez en cuando. Tarde en quitarme la costumbre.


Diciembre prometía vivencias varias. El frío no me paraba. Nos prohibían llevar pantalones, pero los leotardos nos bastaban.


Recuerdo años de uniforme, en colegio de monjas.


Conseguí que mi madre cediera a mis súplicas y entré al instituto, desde preparatoria, o ingreso, nivel previo al bachiller elemental. Con diez años.


Esa niña

 Esa niña


Esa niña


Esa niña era yo. Demasiado morena. 

Se parece a su padre, oía de las personas que me veían por primera vez. Lo decían dejando en su gesto el descuento.


Una vez, en el pueblo de papá, alguien me dijo que era como su madre. La abuela que no llegó a serlo, porque la mató la necesidad, según contaba papá. Tuvo una infección que hubiera podido curar con penicilina; pero en ese periodo de postguerra, y en un pueblo dejado de la mano de dios era algo inalcanzable.


Cuando la enterraron, los amos no le dejaron acompañarla.


A papá lo sacaron de la escuela para que llevara ‘perricas pa casa’, ‘a comer pan de aguces’, tal como decía él.


Eso ocurrió antes de que estallara la guerra. Esa guerra fratricida de engaños y mentiras. Contienda de la que mis padres hablaban a retazos. Eran niños grandes a los que les robaron la infancia.


El cementerio

 El cementerio


El cementerio


El cementerio recoge el silencio, de los vivos y sus muertos.

De aquellos que polvo fueron y en polvo se convirtieron.

Allí las lápidas enmudecen recuerdos.

Tras ellas cuerpos embalsamados. Cuerpos en proceso de retorno.

Carcasas en desuso.

Allí llegaron sus despojos.

Algunos en ceniza, tras ese proceso de cremación que mi madre no quería.

Ella en su nicho, sobre la tierra.

El de mi padre más alto. Él tuvo queja de que a ella se le hubiera asignado el de abajo.

Si hay transcendencia, no me parece que se pueda encontrar en el campo santo.

A mamá le asigné una estrella, que ahora no soy capaz de localizar.

Un Sagrado Corazón de Jesús hace de su lápida elogio a su devoción.

Mi madre

Mi madre


 Mi madre


Ella parecía ser el motor de nuestras vidas.

Era testaruda, y sin embargo sabía esperar su momento.

Papá y mamá se encontraron y unieron para siempre.

La última noche de mamá, un 2 de febrero, cuando yo miraba por la ventana a papá, acompañado de la mujer que los atendía, ella me dijo, “Nos hemos querido mucho, tu padre y yo.”

Ese fue su último mensaje.

A las 2 de la madrugada mi hermano llamó. Ella había muerto. El frío se incrustó en mis huesos, a pesar de las mantas y calefacción.

Salí al encuentro de mi hermano. Cuando volví a casa me crucé con una vecina, que me preguntó por mamá, yo esquiva fui desagradable con ella. Llevaba las medicinas para mi padre, había venido médico de urgencia. Tenía una infección respiratoria.

La persona que le atendía tenía libre.

Estos recuerdos se entretejen.

Cuando volvimos del tanatorio, nos abrazamos los tres. Lloramos. Nos sentimos rotos.

Papá movía la cabeza de un lado a otro. Modifiqué la posición del sillón, por temor a que se golpeara contra la pared.


Pasamos por todos los rituales del sepelio.

Eliges féretro, lápida,…


Pasas por tanatorio e iglesia, y las condolencias.

Vuelves a casa y todas sus cosas te hablan de ella.

Usurpas su territorio.

Sientes su presencia.

Aquel día

Aquel día


 Aquel día 

Aquel día, la vecina me metió en su casa.

Temieron lo peor.

Mi padre hubiera hecho algo irreparable.


El tiempo y la vida me ha llevado a pensar que quizá él era bipolar.


Cuando regresaba a casa, a la hora de comer, advertí que no llevaba el gorro de lana que me había tejido mi madre. Tengo la imagen de esa prenda, aún tras tantos años.


Volví por él. Estaba oculto bajo hojas en el parque, en la zona en que habíamos estado jugando. Por lo visto me lo habían escondido. Eran niñas que no me apreciaron nunca.


La reacción de mi padre fue consecuencia de la angustia que le supuso pensar que algo me había pasado.

Siempre temía lo peor.

Me pegó muchas veces como correctivo, pero ese día su furor hubiera hecho algo de lo que se hubiera arrepentido.

Pasada la tormenta, pude dar explicaciones.

Hoy he revivido esa escena de mi infancia.


Mis padres no están ya. Sus miedos me protegieron. Logre pasar por esa infancia y juventud bajo su manto.

Mi madre era severa. No me pegaba, me castigaba.


En su vejez, estuve cerca de ellos, y comprendí muchas cosas.

Me querían.

Venían de un modelo educacional muy distinto al que en estos tiempos se pregona.


Diciembre

 Diciembre


¿Qué me ofrece esa última hoja de calendario?

En ella tengo anotadas citas concertadas con anterioridad.

Tengo visita con nuevo oculista.

Tengo una catarata que debe ser intervenida, y que no es atendida.

Espero sin fecha una intervención que mi oculista propuso. 

Espero sin saber fecha.

Tendré que asumir su coste.

Tiempo atrás no me hubiera encontrado en esta espera incierta.

La aseguradora que me lo cubriría no me atiende como debiera.


Dolor

 Dolor

Colocar el dolor al margen. 

En la orilla del alma.

Pacificándolo.

Silenciándolo.

Eludiendo su impacto 

con paliativos químicos, 

con distracciones, 

a la espera de esos momentos plácidos 

en que oculta su peor cara 

y deja un respiro.

Ser influencer

Tras la cámara Tras la cámara se oculta el miedo. No tienes frente a frente a quienes te van a ver. Es como el avestruz que esconde sus ojos...